El relojero del pueblo / Juan García Tapia
Presentación de Saltopez del Aguamundo / Grabados de Mizraím Cárdenas
En los alrededores del Lago de Pátzcuaro, el pez blanco ha sido alegoría, comercio, arte, imaginación e historia.
Siempre es tomado el pez como reminiscencia de un pasado remoto, ancestral e insondable porque, de acuerdo con sólidas investigaciones, los humanos provenimos del agua. Esto no es improbable. Recordemos que los primeros meses de nuestra vida estamos sumergidos en agua: como que algo en nuestra memoria nos hace recordar a los peces como parientes lejanos.
En la era de las computadoras, es posible trasladar casi todo el trabajo realizado en el mundo material al mundo virtual con resultados similares. Quien desee dibujar, retocar una foto, escribir un texto, diseñar un logotipo, proyectar una casa, enlistar nombres o graficar encuestas, economías o estadísticas, cuenta actualmente con los programas adecuados para hacerlo. En una computadora, es posible combinar todos los colores, puede calcularse la temperatura, manejar recordatorios, se leen los periódicos, se agendan compromisos, es posible planear la restauración de un óleo, y la gente comparte archivos, y hasta hace la despensa.
Pero, curiosamente, no existe en las computadoras, como no es posible que exista, la réplica digital del trabajo que se realiza con la gráfica. Ciertamente, hay programas que remedan el resultado, pero nunca habrá uno capaz de trasladar a la pantalla los procesos. ¿Por qué? La razón es muy sencilla: la gráfica es puramente manual. Así como afilar un cuchillo o tejer una silla de palma. Son actividades que pertenecen por completo al ámbito del mundo real.
El grabado se ha trabajado desde hace mucho tiempo. Como ilustración que acompañaba a los viejos libros pedagógicos o de catequización. Pero fue en el siglo XIX que comenzó a ser portador de crítica social y política. Tan profusamente, que durante el siglo XX se volvió panfleto, y tuvo que regresar a su vocación ilustracionista, a sus nobles propósitos educativos.
En los grabados que en esta ocasión nos presenta Mizraím Cárdenas sobrevive el tono del señalamiento crítico: la merma y pérdida de nuestro pez blanco, principalmente por la contaminación ambiental.
Muy pronto, en el decurso de su trayectoria artística, encontró Mizraím el símbolo perfecto del conjunto de su obra. Un símbolo espontáneo y congruente consigo mismo. Un animal efusivo, saltarín y gregario.
Me parece que en estas obras hay varios mensajes explícitos, como la intención de apreciar y valorar, a través de una segunda mirada, o de una mirada reelaborada a través del Arte, la preeminencia de contar en nuestra tierra con esta especie; también, servir de crónica tradicional, pero como en la forma de un códice contemporanizado; asimismo, evidenciar que el talento se lleva mejor con la sencillez, que con la complejidad artificial, originada muchas veces por el sólo fin de complacer y vender, o por compatibilidad con las tendencias del momento.
Pero yo quisiera adivinar, por detrás de los mensajes explícitos, una minuciosidad, una vocación como de relojero de pueblo. No me imagino cómo alguien pudo trabajar, tanto con los ojos como con las puntas de los dedos, estos grabados, sobre todo, los tridimensionales.
Es el arte una alteración caprichosa de la realidad. Pero en muchas ocasiones el capricho del artista redunda en un producto agradable y propositivo. No es cierto que las personas fantasiosas estén más facultadas para la producción artística. Yo he comprobado que sucede al contrario: sólo quien comprende y ha aprendido a convivir con la realidad lógica y pragmática está más facultado para plantear ficciones verosímiles.
A pesar de que el Arte es, pues, una distorsión de la realidad, no hay otra forma de estar en armonía con ésta, de estar en sintonía con los demás y con los sucesos más honrosos del ser humano, que proponiendo, creando y produciendo. El Arte que empieza por bastarse y degustarse a sí mismo, como es el caso del conjunto de esta obra de Mizraím, sólo es producto de la combinación de un espíritu noble y de una mentalidad abierta.
No es casual. Detrás hay un trabajo de reflexión, es decir, una buena relación con la teoría. Y también un trabajo físico, es decir, una coherencia con la práctica.
Mizraím ha aprendido bien que las artes manuales, como el grabado, no tienen réplica en el mundo virtual, no porque una computadora sea menos humana, sino porque el resultado nunca sería el mismo.
2014